viernes, 19 de diciembre de 2008

Irak y la especulación del petróleo (Parte II)


Cuando EEUU declaró la guerra al régimen de Saddam Hussein creyeron que la guerra duraría poco, e inmediatamente se licitaron los contratos de explotación de petróleo (que, por cierto, ganó la compañía que pertenece al vicepresiendete gringo), y se pronosticó que en menos de dos años se estarían extrayendo abundantes cantidades de petróleo. Lo que no se pronosticó fue que la guerra se prolongara tantos años ni que costara tanto dinero al erario (es decir, a los trabajadores estadounidenses). Los sabotajes y la guerrilla iraquí no permitieron el desarrollo que se había pronosticado, lo que hizo surgir nuevos pronósticos (y esa es la maldición de la especulación).

Pero los nuevos pronósticos eran más funestos: la guerra se prolongaría aún más, los sabotajes se intensificarían y, en pocas palabras, la producción de petróleo no sólo no se incrementaría, sino disminuiría. Basados en este imaginario (qué más parece un sueño loco), los especuladores (es decir, los grandes magnates y millonarios del mundo, tanto privados como públicos) se dedicaron a comprar 'más' petróleo, previendo una carestía en el futuro (carestía que, por cierto, nunca llegó). Al comprar más petróleo del que necesitaban, desestabilizaron la oferta y la demanda, provocando una alza en los precios; y ya que ellos manejan los mayores capitales del mundo, provocaron una reacción en cadena: todo mundo se puso a comprar petróleo hasta las narices.

Los países productores tenían la opción de aumentar la producción de petróleo para asíestabilizar el precio (ya que si igualaban la cantidad de petróleo que se vendía con la cantidad que se compraba, los precios dejarían de subir), como les fue sugerido, pero no lo hicieron. 

Primero, porque el aumento del precio no se debía a un aumento en la necesidad (demanda) real del mismo, sino a un 'delirio' (o pronóstico o especulación, si se prefieren los eufemismos); y segundo, porque el hacerlo significaba reducir sus reservas de petróleo a futuro (del cuál dependen sus economías, como en el caso de México) y, obviamente, la decisión más inteligenteera no poner en riesgo sus propias economías.

Así, el precio del petróleo, sin ninguna razón real, escaló hasta alcanzar rangos históricos: nunca se había vendido el petróleo tan caro como en el 2008. Y si subió el precio del petróleo, naturalmente subieron los precios de sus productos derivados, entre ellos la gasolina y los fertilizantes. Al aumento del petróleo le vino el aumento en los precios de los alimentos. ¿Por qué? Porque además de la tierra y el trabajo humano, la gasolina y los fertilizantes son indispensables para el desarrollo del campo; sin ellos, la producción agrícola industrializada moderna no puede sobrevivir. Por ende, subieron los precios de los productos agrícolas, es decir, el costo de los alimentos.

El panorama real se comienza a poner negro: primero el petróleo y todos sus derivados; subsecuentemente, los precios de los alimentos. Y cómo siempre, lo único que no sube es el salario. La gente entonces comenzó a tener menor poder adquisitivo (es decir, tienen el mismo dinero que antes pero pueden comprar menos con él) porque gastan más que antes en gasolina, alimentos y demás derivados, lo que culminó en el endeudamiento: con el banco, con las casas de empeño y hasta con sus familiares; iniciando así la cadena de hechos que desembocan en la actual Crisis.

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